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OPINIONES

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    Hugo Lobato |

    lobatoh@cefrp.com.mx Fundador y director general de la agencia de relaciones públicas y comunicación CEFRP. Cuenta con estudios en mercadotecnia por la UTN y el ITAM, es licenciado en Ciencias de la Comunicación y cursa una Maestría en Periodismo Político en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Asimismo, ha tomado diplomados en Reputación y escándalo, Manejo de la Comunicación en Crisis en la Universidad Iberoamericana; Gestión de Criris de Comunicación en Redes Sociales en la Universidad La Salle, entre otros.

    Hablemos del infarto cerebral


    01 November 2019

    Estamos a semanas de que concluya una década más y recibir el año 2020 como el parteaguas para evaluar proyectos planteados cinco o 10 años atrás. Es un buen momento para autoevaluarnos, tanto a nivel personal como profesional.

    Esto también da pie a preguntarnos ¿cómo está nuestra salud? ¿Descansamos y dormimos lo suficiente para enfrentar los retos del día siguiente? ¿Cuándo fue la última vez que nos hicimos un check up? O ¿nos comportamos como máquinas y pensamos que lograremos hacer más si actuamos de esa manera?

    Vale la pena crear escenarios críticos para pensar qué pasaría si por falta de salud se truncaran nuestros propósitos, lo comento porque de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud (2018), al año se registran 170 mil casos de infarto cerebral entre la población mexicana, al ser el problema más frecuente entre las enfermedades vasculares cerebrales (EVC).

    Erwin Chiquete, del Departamento en Neurología y Psiquiatría del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), explica que dicho evento vascular provoca por segundo, la pérdida de más de 33 mil neuronas de 86 mil millones que el ser humano tiene.

    Las EVC son alteraciones neurológicas que afectan a nivel de los vasos sanguíneos del cerebro, venas y arterias, se caracterizan por su aparición repentina en personas de todas las edades, pero sobre todo en mayores de 65 años.

    Asimismo, una de cada tres personas presenta algún grado de discapacidad después de sufrir una EVC, debido a que el cerebro es el responsable de generar los movimientos, percepciones sensitivas y acciones que realiza el cuerpo, pues 15% pierde la vida en los primeros 30 días.

    Ante tal panorama, Chiquete apunta que “los avances farmacológicos cobran relevancia al contar en la práctica médica con un neuroprotector y neurorreparador que coadyuve a prevenir al mínimo el daño cerebral después de una EVC, como es el caso de un infarto cerebral. Bajo la prescripción de un médico, la citicolina líquida oral acelera la reparación de la membrana neuronal, disminuye la extensión de la lesión y delimita el daño cerebral”.

    Por su parte, la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Nuevo León estableció desde 2012 la estrategia HEROE con el objetivo de concientizar a la población de habla hispana acerca de lo que es una EVC, la cual funciona mediante siglas para identificar los síntomas a tiempo y acudir a los servicios médicos lo antes posible:

    • H: habla incoherente, extraña o con dificultad.

    • E: extremidades con parálisis, adormecimiento o debilidad.

    • R: rostro adormecido o desviado.

    • O: ojo cegado o paralizado.

    • E: emergencia, llamar de inmediato al 911 en caso de presentar una o más manifestaciones.

    Lo anterior nos lleva a reconsiderar estar al tanto de nuestro estado físico y mental, ya que las consecuencias provocadas por una EVC pueden ser muy graves para el paciente e impactan el núcleo familiar y van desde problemas para comer, hablar o caminar hasta el estado en coma, vegetativo e incluso la muerte.

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