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OPINIONES

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    Hugo Lobato |

    lobatoh@cefrp.com.mx Fundador y director general de la agencia de relaciones públicas y comunicación CEFRP. Cuenta con estudios en mercadotecnia por la UTN y el ITAM, es licenciado en Ciencias de la Comunicación y cursa una Maestría en Periodismo Político en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Asimismo, ha tomado diplomados en Reputación y escándalo, Manejo de la Comunicación en Crisis en la Universidad Iberoamericana; Gestión de Criris de Comunicación en Redes Sociales en la Universidad La Salle, entre otros.

    Comunicación de principio a fin


    01 September 2021

    De visita en Canadá, experimenté en carne propia la cuarentena para visitantes extranjeros no vacunados o parcialmente vacunados contra la COVID-19.

    Desde que comenzó la pandemia, el gobierno del Primer Ministro, Justin Trudeau, implementó un estricto protocolo para mitigar la propagación del coronavirus, lo que le ha valido a Canadá ser, a nivel mundial, uno de los países que mejor ha controlado la pandemia.

    Cabe mencionar que la comunicación y el seguimiento de las autoridades de salud candienses son infalibles, por llamarlos de alguna forma, lo cual llamó mi atención y que, a la postre, confirmé.

    Todo inició meses antes de mi salida, revisé la página en internet de Canadá para conocer los requisitos que debía cubrir, además de la documentación reglamentaria, destacó el aislamiento obligatorio de 14 días.

    Fue necesario reservar y permanecer tres noches en un hotel autorizado, mientras los siguientes 11 días los pasé en un lugar distinto para completar mi confinamiento.

    Aunado a la prueba PCR que me realicé con 72 horas de antelación, la cual resultó negativa y presenté en el mostrador de la aerolínea para poder abordar, descargué en mi celular la aplicación ArriveCAN, en la que coloqué mis datos personales y detalles del vuelo; además de confirmar que contaba con los lugares de estancia.

    Una vez que aterrizamos, recogí mi equipaje y pasé por los filtros de migración; sobra decir que el uso de cubrebocas fue indispensable en todo momento. Rumbo a la salida me dirigieron a un área dentro del mismo aeropuerto donde me realizaron un nuevo test COVID-19.

    Por si fuera poco, antes de retirarme recibí un kit con una segunda prueba, la cual me autoapliqué al octavo día; para ello, registré con anticipación una cita virtual con un representante del laboratorio, quien me guió y confirmó que la llevara a cabo correctamente.

    Al término de la sesión programé la recolección de la prueba con el servicio de mensajería con una guía prepagada. Ambas pruebas fueron gratuitas, los resultados (negativos) de cada una me llegaron por correo electrónico en un lapso de 24 horas, respectivamente.

    Si bien ArriveCAN registró mi llegada al país, lo cual me pareció normal, a partir del segundo día se convirtió en mi guardián cibernético. Todas las mañanas a las 8:00 a.m. en punto llegaron a mi e-mail dos mensajes (en inglés y francés) que indicaban abriera la aplicación como parte del seguimiento, al hacerlo aparecía un aviso que mostraba el día que llevaba de la cuarentena. Asimismo, respondía una breve encuesta para descartar síntomas de COVID-19.

    Durante la cuarentena sucedieron dos eventos adicionales, uno fue que recibí una llamada telefónica para confirmar mi estado de salud, mientras que el segundo fue la visita sorpresa de un representante del gobierno para verificar que estuviera dentro de la propiedad que registré como sede de mi aislamiento.

    Con todo lo anterior, puedo decir que la comunicación implementada por los canadienses es digna de análisis, porque es integral, efectiva y sobre todo contundente, acompañada de una robusta plataforma omnicanal.

    En esta misma tesitura, quienes infrinjan el protocolo que les ha ayudado a contener contagios y decesos por el virus, pueden recibir sanciones implacables.

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