OPINIONES

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  Nancy Christy |

  01 September 2023

  Directora asociada del segmento Av

  

  Animales sanos, alimentos saludables

  
  01 September 2023
  

  De acuerdo con cifras del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, la producción global anual de carne de pollo se ubicará por encima de 100 millones de toneladas en 2023. De éstas, se espera que por lo menos cuatro millones provengan del mercado mexicano, puesto que nuestro país es el quinto productor de este alimento a nivel mundial y, tan sólo en 2022, ocupamos la sexta posición como productores de proteína de pollo, cerdo y res.

   

  Esta cifra, impresionante en sí misma, es aún más relevante si la relacionamos con el consumo de proteína dentro del país. El Compendio Estadístico 2023 del Consejo Mexicano de la Carne indica que, a nivel mundial, somos el quinto consumidor de pollo, el séptimo de res y el octavo de cerdo. Eso sin contar que, además, somos la nación que más consume huevo en el mundo, con un promedio de 23 kilos por persona cada año.

   

  Con estos datos, es fácil entender la relevancia que tienen la bioseguridad y la correcta aplicación de medidas zoosanitarias a lo largo de toda la cadena de producción de proteína, la cual inicia en las granjas y concluye hasta que aseguramos la inocuidad de los alimentos en nuestra mesa. Sin embargo, como consumidores finales, estamos poco familiarizados con los procesos de seguridad y calidad que siguen nuestros alimentos.

   

  En el caso de la proteína de origen avícola, por ejemplo, este aseguramiento de la calidad inicia con el bienestar de cada una de las aves, a partir de entornos que cuiden la bioseguridad, una alimentación adecuada, manejos y programas de vacunación que no sólo fortalezcan su sistema inmune, sino que también prevengan el desarrollo de enfermedades zoonóticas, las cuales pueden poner en riesgo la salud de las aves, la del productor y la del consumidor final, sin mencionar el impacto económico que esto también conlleva.

   

  La vacunación es un componente crucial de esta estrategia y consiste en contar con el biológico idóneo, que éste cumpla con un control de calidad y que, además, sea aplicado en la edad y por la vía de administración adecuados. Al cumplir con estos puntos, tanto la carne como el huevo de los animales vacunados son más seguros de consumir, con lo cual se ayuda a prevenir enfermedades.

   

  Un tema que escuchamos fuertemente en los últimos años es la lucha por combatir la resistencia antimicrobiana, catalogada por las Naciones nidas como una amenaza global de salud pública. Fomentar el uso adecuado de antimicrobianos, y evitarlos a través buenas prácticas, ayuda a protegernos del desarrollo de microorganismos ultrarresistentes. La adopción de normas internacionales, como las establecidas en el Codex Alimentarius, es fundamental para hacer frente a los desafíos que se presentan al proteger la salud del consumidor.

   

  En paralelo, y como se mencionó en líneas previas, al prevenir las enfermedades -que pueden afectar la ganancia de peso, estimular la baja de producción de huevo o la mortalidad, entre otros-, se previene también el encarecimiento de la proteína en el mercado.

   

  Además de esta medida, es importante que como consumidores nos informemos sobre la manera adecuada de manipular nuestros alimentos. Para ello, la Organización Mundial de la Salud publicó una serie de recomendaciones bajo el título Cinco claves para la inocuidad de los alimentos, entre las que se enlista mantener la limpieza, separar alimentos crudos y cocidos, cocinarlos por completo, mantenerlos a temperaturas adecuadas, utilizar agua y materias primas seguras.

   

  Por estas razones, desde la producción hasta que los alimentos llegan a nuestro hogar, debemos cuidar los procesos y su ambiente. Es aquí cuando entendemos que el concepto One Health permea en los procesos cotidianos; que la relación que tenemos con los animales y el medio ambiente es primordial, dado que nos impacta más de lo que tomamos en cuenta.